En la vida contemporánea, los productos del sector cosmético tienen una gran importancia y ocupan un peso importante de los hábitos de consumo de la población.
La preservación del medio ambiente es un concepto muy presente en la gran mayoría de la población. Por esta razón, un número considerable de consumidores han apostado por un cambio de conducta con relación a sus compras. Si nos centramos en el sector cosmético a modo de ejemplo, la tendencia es apostar cada vez más por productos más sostenibles y respetuosos con el entorno. Elaborados con productos naturales y/o vegetales e incluso veganos (sin siliconas, parabenos, sin químicos, sin tóxicos…).
Todo esto, también afecta al tipo de envase que se emplea para este tipo de productos, ya que debe ir en sintonía con esta filosofía: realizado con productos naturales, reciclables e incluso, a medida de lo posible, biodegradables y/o hidrosolubles.
En el sector cosmético se busca cada vez más la opción de rellenado, comúnmente conocida por “refill”. Es decir, el consumidor compra una vez el producto (crema, champú, etc.) con el envase rígido. Y después procede a comprar la versión para rellenar, la cual el envase está pensado para complementar y rellenar el envase “base”.
A modo resumen, merece la pena destacar la tendencia del sector cosmético hacia la sostenibilidad, no únicamente a nivel de producto, sino también a nivel de envasado.
Es una evidencia que el producto debe ser respetuoso con el entorno, a nivel de composición y durante su proceso de fabricación.
Pero el envase, es el residuo principal que quedará una vez consumido el producto y, por lo tanto, es importante considerar también los factores ecológicos a la hora de escoger materiales, maquinaria y fases durante el proceso de envasado, par así reducir el impacto generado a lo largo del ciclo de vida del envase: fabricación, uso dado y residuo generado fase/proceso residual.